Manuel Rodríguez Guitián: «En Galicia tenemos muy poca superficie ocupada por bosques»
Alisos, tejos, árnica, espacios naturales... Conversar con Manuel Rodríguez Guitián sobre su labor como docente e investigador nos acerca a un mundo fascinante. Uno que necesita muchos más cuidados de los que la sociedad le administra.
Hoy, en el Día Internacional de los Bosques, entrevistamos al profesor e investigador del Departamento de Produción Vexetal e Proxectos de Enxeñaría de la Escola Politécnica Superior de Enxeñaría del Campus Terra, una referencia en el estudio de distintas formaciones arboladas, así como en el campo de la gestión de los espacios naturales.
La charla da para mucho. Pero quizás hoy sea más pertinente que nunca este pensamiento que deja en el aire: «Urge perseverar en el mensaje de que debemos parar el ritmo de desarrollo tecnológico (el famoso “progreso”) y reflexionar, como sociedad, acerca de cómo vamos a afrontar el futuro próximo».
-Hoy es el Día Internacional de los Bosques. ¿Qué le sugiere a usted esta jornada? ¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza?
-Pues una evidencia preocupante: que en Galicia tenemos muy poca superficie ocupada por bosques (término que no es sinónimo de arbolado) y que una proporción muy reducida de ellos tienen características de lo que, en ecología forestal, podríamos denominar “bosques maduros”.
Las estadísticas disponibles sitúan la extensión cubierta por bosques en Galicia en un 14-20% de nuestro territorio, según las fuentes, aunque estos valores habría que someterlos una revisión crítica.
-Trabajar con y para la naturaleza. Se me ocurren pocas profesiones tan bonitas analizándolo desde la distancia. Y muy especialmente en un momento como este, con la cantidad de retos ambientales que afronta el planeta. Se lo digo desde el punto de vista de un chico de 17 o 18 años que ahora mismo, en cualquier rincón de la península, esté pensando qué hacer de su vida…
-Sí, es un tema sobre lo que se puede hablar largo y tendido. Desde el punto de vista laboral, sin embargo, es un campo que tiene una escasa valoración por parte de la población en general, en gran medida, porque los resultados que se obtienen no tienen una traducción directa en términos económicos o, en ciertos casos, llevan a plantear la necesidad de limitar el aprovechamiento de determinados ambientes ecológicos; otra cosa es que nuestros gobernantes sean receptivos a las conclusiones y recomendaciones que les hagamos y legislen al respeto.
En todo caso, yo sostengo que la probabilidad de acierto en una toma de decisión relacionada con el aprovechamiento de los recursos biológicos es muy baja si no está convenientemente fundamentada en el conocimiento de sus constituyentes y su funcionamiento. Esto me lleva a afirmar que la investigación de campo sobre dichos aspectos es primordial, por mucho que los medios de comunicación y determinados lobbys nos traten de convencer de que la tecnología y la IA nos van a resolver todos nuestros problemas en el futuro próximo.
La IA sin conocimiento aportado por las ciencias básicas (la ecología forestal se puede considerar una de ellas) es un castillo de naipes. Un ejemplo: los métodos de detección remota y el reconocimiento automatizado de imágenes llevan siendo utilizados para hacer valoraciones ambientales desde hace más de 50 años.
Sin embargo, aún en la actualidad no permiten identificar adecuadamente la distribución de unidades ecológicas y de sus componentes biológicos principales (las plantas entre ellos) a la escala que exige la planificación territorial detallada: sigue siendo preciso el trabajo sobre el terreno de personas expertas formadas específicamente en este campo (botánicos, ingenieros forestales o de montes) para su determinación. Si se tienen en cuenta las titulaciones que se imparten en la EPSE de Lugo, el Campus Terra debería de ser un centro de referencia a este respecto.
-Una de sus últimas investigaciones se centró en la caracterización genética de las poblaciones de alisos. ¿Cuáles fueron las conclusiones de este trabajo?
-La idea de hacer este trabajo partió de una reunión de colegas botánicos que estuvimos trabajando durante cuatro años (con la pandemia de la COVID de por medio) para hacer una revisión de la vegetación de los territorios ibero-atlánticos, que culminó el pasado año 2023 con la publicación de un primer volumen dentro de una serie de manuales editados por la Universidad del País Vasco, de acceso libre en Internet.
En una de las primeras sesiones de trabajo de este grupo se debatió sobre los resultados de una publicación del año 2017 en la que se hacía una revisión de las especies europeas de alisos y se concluía que en la Península ibérica existían dos grupos diferenciados genéticamente del que, hasta ese momento, se denominaba Alnus glutinosa (el aliso que crece al lado de nuestros ríos). De ahí surgió un protocolo de recogida de muestras vegetales de diferentes poblaciones de alisos dentro del cuadrante NW ibérico, a lo que se añadieron otras de orígenes diversos.
El resultado de este trabajo confirmó la originalidad genética de los alisos del occidente de la Península ibérica frente a los del resto del continente europeo, cuestión que se viene a sumar a otras evidencias obtenidas recientemente para el caso del tejo o de la árnica en el sentido de que la historia genética de las poblaciones ibéricas de ciertas especies (posiblemente muchas otras) es bastante más compleja de lo que se pensaba hasta hace pocos años.
Sin embargo, el caso de los alisos tiene una trascendencia especial, dado que se encuentran afectados por una dolencia fúngica importada de Asia (otro ejemplo de lo mal que estamos haciendo las cosas los seres humanos), que los mata poco a poco. En esta situación, sabemos que esta diferente constitución genética de los alisos del W ibérico debería de ser tenida en cuenta en la toma de decisiones a la hora de realizar plantaciones o labores de restauración ecológica de las márgenes de nuestros ríos, pues la importación de material vegetal de otras partes de Europa contribuye a que esa peculiaridad genética desaparezca más rápidamente si cabe. Algo parecido está pasando con otra especie emblemática de nuestro espacio rural: el castaño europeo.
-En marzo del año pasado, presentaron una investigación sobre la conservación y restauración de los bosques de tejo en Europa. Estos bosques son preciosos porque el árbol es una delicia estética, pero cualquiera diría que también son un poco malditos a causa de esa leyenda negra que sostiene que el tejo es un árbol altamente venenoso. ¿Dificulta este hecho la conservación de estas masas forestales? ¿Cuáles fueron las líneas centrales de este proyecto?
-El proyecto partió de la consideración de que la legislación europea en materia ambiental (me refiero a la Directiva Comunitaria DC 92/43/CEE) establece que los bosques dominados por el tejo (Taxus baccata) son ambientes ecológicos necesitados de protección urgente dentro del ámbito de la UE, dadas las escasas representaciones que existen en el continente y la tendencia a la merma que se observa en su especie arbórea característica en diversas partes del continente.
El IBADER, junto a organismos administrativos de otros territorios de la Cornisa Cantábrica, presentó una candidatura Life a la UE con el objetivo de mejorar el nivel de conocimiento de este tipo de bosques en el norte de la Península Ibérica y proponer unas líneas de gestión que habían guiado los esfuerzos de conservación que las diferentes CC.AA. implicadas deberían de poner en práctica para garantizar la persistencia futura de este tipo de bosques.
Efectivamente, en las áreas geográficas en las que se mantienen poblaciones de esta especie existe el conocimiento de su carácter tóxico para los seres humanos (la pretendida “leyenda negra” no es tal, sino verdad completa), pero no es menos cierto que también se le atribuye un carácter mágico y de protección.
Prueba de ello es, por ejemplo, la antigua costumbre de plantar tejos en las cercanías de las viviendas que se observan a lo largo de la franja oriental de Galicia, en la que es habitual que los pies más viejos que se conocen de esta especie estén localizados precisamente en lugares habitados o de culto, como iglesias o cementerios. Costumbres como estas nos dan a entender que el tejo es un elemento valorado positivamente en la cultura tradicional de este área, como ocurre en otras muchas partes de Europa.
-También trabajaron en caracterizar la genética de las poblaciones de árnica, un valioso activo para la industria farmacéutica. ¿Qué podemos aprender de este estudio?
-El interés de esta planta, antaño recogida por toda Galicia para la elaboración de remedios caseros y para su venta a farmacéuticos de las principales villas del país, está creciendo de manera exponencial en este siglo XXI y su recolección y cultivo no cubre la demanda. La pérdida de los hábitats en los que crece de manera natural esta planta, debido a la intensificación productiva y a los cambios de uso, y el incremento de su aprovechamiento, llevó a la UE a declararla en 1992 como especie protegida, sobre la que cabría legislar su aprovechamiento, para que no se acaben esquilmando las poblaciones naturales.
Los trabajos de caracterización bioquímica y genética que iniciamos hace años demostraron que en Galicia existe una variedad de árnica única en Europa, el llamado “quimiotipo ibérico” en la literatura farmacológica, que resulta particularmente atractiva para las empresas que la comercializan porque resulta menos alergénica que la variedad habitual en el resto de Europa.
En la actualidad, seguimos trabajando en la determinación de la variabilidad genética de esta especie con la finalidad de poder disponer de un método de identificación del origen geográfico del material que se envía a las industrias farmacéuticas.
-Usted colabora activamente con el Instituto de Biodiversidad Agraria y Desarrollo Rural (IBADER) de la USC, ¿Cuáles son los objetivos de este ente?
-Este instituto universitario tiene como cometido principal promover la investigación científico-técnica en el campo rural, desde una perspectiva holística y sostenible, a través de dos grandes líneas: la Ambiental (centrada en la caracterización de la biodiversidad, la planificación y ordenación del territorio, la aplicación de sistemas de información geográfica y el empleo de sensores remotos al desarrollo rural, y la economía sostenible); y la de Agrosistemas (dirigida a la evaluación de los recursos agrícolas, ganaderos y forestales, de los suelos y recursos hídricos y caracterización y valorización de residuos).
-Su trabajo investigador y las propuestas realizadas en el ámbito de la gestión de los espacios naturales han sido ampliamente citados. Si tuviera que destacar algunos, ¿Cuáles son los principales desafíos que tiene la sociedad sobre la mesa para afrontar la gestión de este patrimonio colectivo?
-Existe un amplio consenso en la comunidad científica en que estos desafíos no son exclusivos de los Espacios Naturales, sino que están presentes en todo nuestro entorno, afectan a todo el Planeta. Pensar que con un modelo de “territorios reserva”, sometidos a una normativa particular que acote los aprovechamientos que los humanos hagamos del territorio para favorecer los procesos biológicos, ya está todo solucionado es hacer gala de una absoluta ignorancia.
Dándole la vuelta al razonamiento, si en el territorio que no está declarado como protegido seguimos a poner en práctica y desparramar modelos (ultra)productivos, estos acabarán por influir negativamente en las áreas protegidas, puesto que las “barreras” legales” y los límites administrativos no impiden el desarrollo de los procesos biológicos. Esto quedó claramente demostrado hace cuatro años, cuando se inició la conocida como “pandemia de la COVID”.
Por otra parte, hoy en día se tiene asumida la idea, propugnada entre otros estamentos por nuestras administraciones, de que los Espacios Naturales son los últimos reductos de Naturaleza que nos quedan, que están ahí para que los humanos faltos de experiencias vitales expongan su cuerpo a “subidones” de adrenalina y los “selfis”. Pero si les hiciésemos una encuesta a los visitantes de estos lugares sobre lo que aprendieron en relación a los valores naturales que aún persisten en esos espacios o los efectos que tienen sobre el medio determinadas actividades que se permite hacer en ellos, seguro que la inmensa mayoría marcarían la casilla “no sabe/no contesta”.
Con esta filosofía, el futuro parece no ser muy prometedor. Urge perseverar en el mensaje de que debemos parar el ritmo de desarrollo tecnológico (el famoso “progreso”) y reflexionar, como sociedad, acerca de cómo vamos a afrontar el futuro próximo.
-¿Somos las personas a principal amenaza para estos espacios a día de hoy?
-El uso no regulado de los espacios protegidos es su principal problema. Pero para el resto del territorio, también, sin lugar a dudas, junto con la falta de concienciación de las consecuencias de nuestro proceder.
-En febrero del 2022 presentaron una investigación sobre el Parque Nacional de las Illas Atlánticas. ¿Es muy valioso el parque desde el punto de vista de la biodiversidad? ¿Hay algo que lo haga especial?
-En ese trabajo, elaborado conjuntamente con la dirección del Parque, tratamos de presentar a un público amplio los valores de este Espacio Natural Protegido y sus principales problemas de gestión. Dado el nivel de degradación ambiental que tenemos en Galicia, disponer de lugares dedicados principalmente al mantenimiento de los procesos biológicos y la monitorización de sus cambios, que son unos de los principales cometidos de la Red Española de Parques Nacionales, es particularmente importante.
Desde esta perspectiva, este parque es el único lugar de referencia que tenemos en un área marina atlántica dentro del territorio peninsular español. No obstante, políticos y determinados sectores sociales del entorno de este espacio solo ven en él un lugar de ocio o en el que aprovisionarse sin control de ciertos bienes para comerciar con ellos.
-¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
-Son varios pero, por desgracia, no puedo dedicarles todo el tiempo que me gustaría. A corto plazo, finalizar, en lo que queda de año, una revisión y actualización de los conocimientos sobre la vegetación de Galicia, proyecto en el que me propuso colaborar Javier Amigo, colega profesor de la USC y viejo compañero de fatigas en los estudios del mundo vegetal.
A medio plazo, sacar a la luz información acerca de las características y estado de conservación de diversos ambientes ecológicos poco estudiados, como varios tipos de bosques que corren peligro de desaparición en nuestro territorio, o los complejos de vegetación que forman parte de los sistemas dunares de Galicia, en los que estamos trabajando en el marco de otro proyecto europeo Life. También avanzar en el conocimiento del genoma de la árnica y la posible identificación de marcadores específicos asociados a los quimiotipos ya conocidos.
-Y la última. Permítame la licencia, pero dada la densidad de sus investigaciones en el ámbito forestal, no nos resistimos a hacerle esta pregunta: ¿Tiene algún árbol favorito? Y si es así... ¿Por qué?
-En realidad, todos los seres vivos me parecen fascinantes, pero quizás debido a la cantidad de horas que he pasado a su sombra, las hayas me parecen particularmente atractivas: por el ambiente sombrío que crean, por las otras especies (animales, vegetales, fúngicas, etc.) que habitualmente las acompañan y por el cromatismo tan espectacular que adquieren sus copas cuando llega el otoño.
Lamentablemente, la deforestación causada por nuestros ancestros restringió su presencia a unos pocos lugares de las montañas del oriente de Lugo. En nuestra capital tenemos un pequeño conjunto de ellas en el fondo de la Plaza Mayor, que sustituyen la antigua alameda que allí había, y algunos otros pies más en el Parque Rosalía de Castro y en las áreas verdes del Campus.