Diego Robledo: «En el futuro podremos transferir características de una especie a otra para mejorar su calidad de vida»
¿Y si pudiésemos erradicar las enfermedades de los peces y otras especies? En un primer momento, esta posibilidad podría parecer una mera ensoñación. Un avance reservado para un futuro muy remoto. Pero gracias a investigadores como Diego Robledo, está mucho más cerca de convertirse en una realidad.
La trayectoria de Diego comienza en la Universidade de Santiago de Compostela. En sus aulas consolidó su interés por la genética, y tuvo sus primeros contactos con el mundo de la investigación en el grupo ACUIGEN. Tras licenciarse en Biología y doctorarse en Genética dio el salto a Escocia, aterrizando en el Instituto Roslin de la Universidad de Edimburgo con una Newton International Fellowship de la Royal Society.
En la última década, ha elaborado más de 70 publicaciones científicas relacionadas con la genómica y genética de la acuicultura. El protagonista indiscutible de sus investigaciones ha sido el salmón atlántico, pero también ha estudiado de cerca otras especies como el rodaballo, la carpa, la almeja, el mejillón o la trucha arcoíris. ¿El objetivo? Mejorar su resistencia a las enfermedades.
Una labor que, a día de hoy, compagina con su puesto como profesor en la Universidade de Santiago de Compostela. En un hueco entre clases e investigaciones, Robledo nos detalla por qué su trabajo puede suponer un antes y un después para el bienestar animal, la seguridad alimentaria y las empresas de acuicultura.
-Tras defender la tesis doctoral hiciste las maletas y te trasladaste a la Universidad de Edimburgo. ¿Qué te motivó a elegir este centro?
-Antes de la tesis estuve seis meses de estancia en el Instituto Roslin de la Universidad de Edimburgo. Fui porque Paulino Martínez, uno de mis directores, conocía a Ross Houston y me dijo que creía que nos llevaríamos bien, y el Roslin es un sitio puntero a nivel mundial en genética animal. Además, mi pareja estaba viviendo en Reino Unido, lo cual evidentemente también influyó en la decisión.
Paulino no se equivocaba. Me llevé tan bien con Ross que volví al acabar mi tesis para realizar el postdoctorado. Básicamente fue una decisión muy sencilla y simple, Ross y yo nos llevábamos bien y queríamos seguir trabajando juntos.
-Has vuelto a la Universidade de Santiago de Compostela de la mano de ERC Starting Grant.
-Sí, y se lo tengo que agradecer no solo al programa ERC y a la Universidad sino también mucho a la Agencia Gallega de Innovación, que me ofreció un contrato como Oportunius Research Professor con muy buenas condiciones, haciendo un esfuerzo para que yo vuelva a casa.
Aunque realmente no se siente como una vuelta, porque he estado siempre en contacto con el grupo Acuigen y con mi directora Ana Viñas en Santiago. Mi retorno “oficial” supone continuar y expandir el trabajo que ya estábamos haciendo, abriendo nuevos campos de investigación, y revitalizar la investigación genética en la Universidade de Santiago de Compostela.
-¿Y en qué líneas de trabajo te centras en tu nueva etapa?
- Mi línea de trabajo principal es la resistencia a enfermedades en peces. Este trabajo tiene dos ángulos principales: la mejora genética, aplicando selección genómica para mejorar de manera eficiente los rasgos de los stocks de acuicultura, y otro más novedoso, la edición genómica, utilizando CRISPR/Cas9 para encontrar y modificar genes que puedan generar resistencia a enfermedades infecciosas.
CRISPR/Cas9, una tecnología que recibió el premio Nobel hace poco, es una herramienta molecular que permite modificar los genomas de cualquier especie, en nuestro caso de los peces para hacerlos más resistentes a virus, bacterias o parásitos. Es una línea que espero expandir en el futuro.
-Esta es una tecnología con un potencial descomunal para los humanos, pero también tiene infinidad de aplicaciones para los animales. ¿Está llamada a revolucionar la producción acuícola?
-Absolutamente. Y también la producción ganadera o la agricultura. Hoy en día, las prácticas tradicionales de mejora genética seleccionan los animales o plantas con las mejores características dentro de una generación para utilizarlos como reproductores, dando lugar a una siguiente generación con mejores características. Pero esto funciona poco a poco, es un proceso muy gradual. Y cuantos más rasgos queremos mejorar, menor es el progreso.
CRISPR nos ofrece la posibilidad de generar animales completamente resistentes a enfermedades en prácticamente una sola generación. De hoy al año que viene podríamos tener pollos inmunes a la gripe aviar. Esta es una de las investigaciones que se están realizando en el Instituto Roslin, donde han encontrado varios genes que al modificarlos hacen a los pollos completamente inmunes. Algo revolucionario para la producción, el bienestar animal y la seguridad alimentaria.
-Esto es un tema central para las empresas de acuicultura. Si aparece alguna enfermedad con altos índices de mortalidad, la explotación podría no ser rentable. Poder modificar el gen que desencadena la enfermedad podría llevar la acuicultura a otro nivel…
-Totalmente. La acuicultura ha sobrepasado ya, o está muy cerca de hacerlo, a la producción de los caladeros. No podemos sacar más peces del mar, por lo tanto si seguimos creciendo la única vía para alimentar a la población es la acuicultura.
Por las características del mundo marino y la acuicultura, es muy fácil la transmisión de patógenos. Los cerdos, por ejemplo, están aislados en una granja. Pero en el mar las especies salvajes y las cultivadas comparten el mismo ambiente en muchos casos. Y cuando ponemos muchos peces juntos estamos favoreciendo la transmisión de patógenos, que encuentran muchos hospedadores a los que infectar.
Ser capaces, con un pequeño cambio en el genoma, de hacer a toda la población de salmones inmunes a un virus es fundamental para sostener la producción. Con el aumento e intensificación de la producción aparecen nuevos patógenos continuamente. Ser capaces de responder a los nuevos retos de manera rápida y eficaz revolucionará la producción animal y la acuicultura.
-El pescado es un componente cada vez más relevante en las dietas. ¿Qué especies que todavía no imperan en la acuicultura pueden tener más recorrido durante los próximos 10 o 15 años?
-En Europa o en Occidente en general es más difícil que salga una especie nueva que sea clave. Se me ocurre el lenguado, que está creciendo rápidamente, o el pulpo, que muestra un gran potencial. Pero en el futuro va a ser clave el desarrollo de la acuicultura en África. Ahora mismo la acuicultura es minoritaria, y estamos trabajando con países como Uganda o Zambia, en los que quieren aumentar la producción en la próxima década para ser capaces de alimentar a su población. Va a haber un boom, con especies como la tilapia o el pez gato, que deberían experimentar un crecimiento masivo en los próximos 10 o 20 años.
-¿La edición genómica tiene algún tipo de contraindicación o riesgo? ¿O se trata de procesos controlados que no desencadenan efectos secundarios?
-La selección genómica tradicional no tiene ningún riesgo, ni para la salud ni para el entorno. Siempre y cuando se haga de manera apropiada, simplemente cambias los rasgos de un animal, lo cual puede llevar a especializaciones como las del ganado vacuno, con razas para producción de leche y otras para producción de carne.
La edición genómica no tiene ningún riesgo per se. Simplemente hay que hacer las cosas bien, y comprobar que los cambios realizados en el genoma no tienen ningún efecto indirecto en otros rasgos. Para mi la mayor consideración, sobre todo en acuicultura, es que debemos salvaguardar la integridad genética de las poblaciones naturales. Hay un riesgo alto de que los peces de cultivo se reproduzcan con los individuos salvajes, haciendo que posibles cambios en el genoma se transmitan a la población salvaje.
En mi opinión debemos evitarlo, y por lo tanto los animales de producción editados genéticamente tendrían que ser estériles para mantener la integridad genética de la población. En cualquier caso, esto no es difícil, y existen distintas tecnologías que permiten generar peces estériles, incluida la edición genómica.
-¿Cómo valoras el trabajo de la unidad en la que está integrada Campus Terra? ¿Consideras que es puntera a nivel de investigación en Europa?
-Sí, el grupo ACUIGEN es líder a nivel internacional. Esto se ve en que ha sido invitado a todos los proyectos de genómica en acuicultura a nivel europeo. ACUIGEN ha sido y sigue siendo fundamental para la acuicultura en Galicia: trabaja con empresas acuícolas gallegas y nacionales punteras, con cofradías o los parques de cultivo, aportando herramientas para mejorar la producción. El trabajo que han hecho aplicando las últimas tecnologías genéticas a la acuicultura gallega y que siguen haciendo es espectacular.
-Galicia es, de hecho, la evidencia de que la acuicultura de calidad e industrializada puede generar riqueza y empleo.
-Empresas como Stolt Sea Farm, Pescanova u Ovapiscis siempre están dispuestas a colaborar en proyectos tecnológicos de transferencia como CDTI para mejorar la sostenibilidad de la industria, así como en proyectos europeos que les permiten estar al día de las últimas novedades. Tenemos que estar orgullosos de lo que se hace aquí y de la apuesta de nuestras empresas por la innovación. No tenemos que tenerle envidia a nadie.
-Otro motivo de orgullo es tu trabajo sobre la resistencia al IPNV del salmón atlántico, que ha dado lugar a una solicitud de patente.
-Realmente hay que darles mérito a los que empezaron todo esto. Ross Houston fue el pionero en este tema, trabajando directamente con Hendrix Genetics, los cuales han apoyado esta línea de investigación durante más de 15 años. Cuando Ross dejó la Universidad, yo “heredé” esta línea de investigación. Las perspectivas de la patente son estupendas: el trabajo previo consiguió eliminar el problema de IPNV en el salmón atlántico, y ahora estamos transfiriendo la resistencia a IPNV del salmón a otra especie distinta: la trucha. Así, intentamos atajar las infecciones por IPNV en la trucha, reduciendo o eliminando el problema para la industria.
Esto supone que en el futuro podremos coger rasgos de una especie y transferirlos a otra para mejorar su resistencia a enfermedades o en general su calidad de vida. Es cierto que hay un debate a nivel europeo sobre la aplicación de estas tecnologías. Pero pudiendo mejorar la vida de los animales de granja sin ningún tipo de contraprestación, ¿cuál es el argumento para no hacerlo? ¿Es ético no mejorar la salud de nuestros animales si podemos hacelo?
He participado en varios eventos organizados por el “European Forum of Farm Animal Breeders” (EFFAP), que hacen una gran labor intentando transmitir a los distintos stakeholders la necesidad de cambiar la regulación a nivel europeo. Es necesario un cambo en la legislación para que podamos utilizar la edición genómica para mejorar la vida de nuestros animales.
-Estamos hablando, además, de los salmónidos, una de las grandes especies.
-Son la primera exportación de Reino Unido en cuanto a alimentos, si no contamos el whisky como alimento. Y en Noruega o Chile la producción es masiva. La producción de salmón no solo es importante por el volumen, sino también por su valor en las áreas rurales, donde generan trabajo y riqueza en zonas donde la gente tiende a emigrar a las grandes ciudades.
-Participas en proyectos con colaboradores procedentes de todos los rincones del planeta: Reino Unido, España, Noruega, Portugal, Australia, Canadá, Estados Unidos, México o Qatar. ¿Por qué es tan importante tender puentes y crear lazos en la investigación?
-Hay mucha gente que trabaja investigando el cáncer, por ejemplo, y es muy difícil que se conozcan todos entre ellos. Pero mi campo es relativamente pequeño. Todos nos conocemos y afortunadamente nos llevamos bien. Y esto es fundamental para que aparezcan oportunidades de colaboración.
La Unión Europea plantea cada año proyectos enfocados a temas bastante específicos, y si conoces a todo el mundo es fácil que alguien venga a ti y te ofrezca la oportunidad de participar. La colaboración y el networking son fundamentales. Estar abierto al mundo es enriquecedor y mejora la calidad de la ciencia, y además es mucho más divertido que trabajar aislado.
Yo peco un poco de colaborar demasiado. Participo en tantas colaboraciones que mi propia investigación queda a veces en un segundo plano. Me planteo aprender a decir que no, pero es difícil, porque siempre te gusta trabajar con todo el mundo y hacer cosas distintas y variadas.
-Te licenciaste en Biología en la Universidade de Santiago de Compostela en el 2010. ¿Tenías claro tu interés por la genética desde el primer momento o se fue desarrollando poco a poco?
-Yo creo que siempre me gustó la genética. La carrera y las clases me ayudaron a enfocarme, y vine al departamento diciendo: «Quiero hacer algo en genética». No sabía que se trabajaba en acuicultura. Es curioso como las casualidades acaban determinando un poco tu vida. Ahora me gusta evidentemente y veo su papel fundamental, pero en su momento no tenía un interés especial en trabajar en acuicultura o peces.
A mí lo que me gustaban eran los animales. Me encantaba pensar en la evolución, cómo las distintas formas biológicas habían aparecido y evolucionado. Por eso me gustó la genética desde el primer momento. Trabajamos en acuicultura, pero también he trabajado con vacas o gallinas. Cualquier cosa que tenga ADN es entretenida.