Quico Ónega López: «Si superamos los límites planetarios no va a quedar rincón que no se vea afectado»
La Tierra. El suelo que pisamos. El planeta en el que vivimos. Y, además, el nombre que distingue a nuestro campus. La Tierra es nuestra identidad y nuestro hogar. Por eso esta semana es tan especial. El 22 de abril tuvo lugar, como cada año, el Día de la Tierra. Y, para celebrarlo, hoy hablamos con Quico Ónega López.
Ingeniero agrónomo, ganadero, investigador del Laboratorio do Territorio da Universidade de Santiago de Compostela y del Servicio de Apoyo de la Asociación Europea de Innovación en Agricultura (EIP-AGRI)... El currículo de Quico Ónega López, que en el pasado fue gerente del Banco de Terras de Galicia y profesor en el Programa de Doctorado en Xestión Sostible da Terra e do Territorio, impresiona.
Todo esto se traduce en una sólida trayectoria, con más de dos décadas de experiencia en ámbitos tan relevantes como las políticas del territorio y sus instrumentos de gestión, el desarrollo rural o la conservación de los recursos naturales.
Y, por este motivo, hay pocas personas tan capacitadas como él para explicarnos por qué los problemas globales tienen un origen local, cuáles son las peculiaridades del territorio gallego o por qué es importante la existencia de instrumentos y organismos que optimicen la gestión de las tierras.
-Esta semana se celebra el Día de la Tierra, ¿cuáles diría que son los principales retos que tenemos por delante en esta materia?
-Los retos parecen acumularse, y no los pequeños precisamente. El Instituto para la Resiliencia de Estocolmo ha identificado nueve procesos planetarios que son críticos para mantener la estabilidad del sistema terrestre y las condiciones para la vida, tal y como la entendemos en los últimos milenios. Habríamos superado ya seis de ellos debido a la acción humana. El que parece que tenemos más en boga es el cambio climático, pero tenemos que añadir otros como la pérdida acelerada de biodiversidad o la difusión masiva de sustancias contaminantes.
Parece que al hablar de la escala global esos retos no van con nosotros, pero el global tiene su origen en la suma e interacción de los procesos locales. En última instancia, cómo se gestionan las tierras y los territorios a pequeña escala nos va llevando a esos efectos globales y, viceversa, si superamos los limites planetarios, no va a quedar rincón que no se vea afectado. Lo vemos claramente ya con el clima.
Solo tenemos que pensar en el último lustro y cómo nos vamos habituando a una sucesión de fenómenos meteorológicos anormales en cada una de nuestras parroquias. Y al revés, a lo mejor pensamos que comer uvas importadas de Sudáfrica en enero es lo mismo que comer manzanas del vecino en septiembre, por poner un ejemplo sencillo.
-Usted investigó profusamente sobre la mejora de las políticas del territorio y sobre la creación de instrumentos de gestión territorial a nivel local, regional e internacional. Quedémonos con lo que nos resulta más próximo. ¿No es este un reto de grandes proporciones en una tierra como Galicia? Quizás una de las regiones más complejas de Europa en esta materia por la masiva atomización de la propiedad.
-La gestión del territorio es importante en todos los lugares. Gestionar el territorio significa reflexionar y actuar de forma activa sobre el acceso, uso y conservación de los recursos naturales por parte de las sociedades, y también de cómo se distribuyen esos recursos. El reto es importante para todos los pueblos. Lo que cambia son las condiciones ambientales, institucionales, culturales o económicas en las que se hace esa gestión.
Una de las condiciones características de Galicia es efectivamente la fragmentación de la propiedad de la tierra, aunque también es muy característico del país, tal vez más, la presencia de los montes vecinales en mano común. En mi opinión, el reto no es la estructura de la propiedad en sí. Si tuviéramos latifundios tendríamos otros problemas, y no está claro que fuesen más pequeños, más bien al contrario. El reto real es ajustar los instrumentos y enfoques de la gestión territorial a esas estructuras, tener la visión del territorio que queremos y acertar en los diagnósticos de los problemas reales. Por ejemplo, si aplicamos directamente recetas que fueron pensadas para territorios diferentes, seguramente no van a funcionar aquí, o no del mismo modo.
-En su momento participó en la creación del Banco de Terras de Galicia y fue gerente del organismo. ¿En qué medida es importante esta herramienta para un territorio como el gallego?
-Como todas las herramientas, depende de cómo se use. La aparición del Banco de Terras vino a reconocer precisamente que las particularidades de la propiedad y de uso de la tierra en Galicia, y sus dinámicas en las últimas décadas, precisaban de nuevas herramientas.
El instrumento prácticamente universal que se había utilizado desde mediados del siglo pasado había sido la concentración parcelaria, que además se había aplicado con modelos importados de otras regiones bien diferentes a nuestro país. ¿Significa eso que la reorganización parcelaria no funciona? No, lo que digo es que vale para abordar algunos problemas en algunas zonas, pero no es la solución para todo ni en todos los lugares.
De hecho, atendiendo a las dinámicas de uso, cada vez en menos. Tampoco el Banco de Terras lo va a solucionar todo. Por eso, poco a poco la Administración fue diseñando otros instrumentos, complementarios entre sí, al ir mejorando la comprensión de las dinámicas territoriales y cómo la configuración de la propiedad influye en ellas. Precisamos de una caja de herramientas para abordar la diversidad y complejidad territorial, pero también para adaptarnos a cómo va cambiando el territorio.
-Prevenir incendios, resolución de conflictos vecinales, adecuado dimensionamiento de las explotaciones ganaderas y agrícolas… A alguien profano le podría parecer que su disciplina de conocimiento queda lejos, pero en realidad cualquier solución que propongan tiene casi una vertiente horizontal porque tocan problemas que nos afectan a todos. ¿Es así?
-En un país con más de un millón y medio de personas propietarias de tierras rústicas no creo que nada de eso sea ajeno. ¿Qué familia gallega no habrá pensado, o se habrá preocupado, por tener que limpiar una finca? No vaya ser que arda. ¿O tendrá pasado una tarde de punta en blanco buscando un marco, o removiendo en los papeles para encontrar una partida? ¿Cuántos de nosotros fuimos o seremos hereder@s de tierras?
Por no hablar del comer. Quiero pensar que en Galicia aun sabemos de dónde viene la comida. Todo esto pienso que es algo relativamente familiar. Para mí, la duda es otra: ¿Somos conscientes de cómo afectan las decisiones de uso (o no uso) de nuestras tierras al conjunto del territorio? ¿Y cómo en el medio o largo plazo la suma de esas decisiones nos va a afectar otra vez a nosotros, como si de un boomerang se tratara? Podemos volver al ejemplo de las uvas, pero de una manera mucha más cercana.
-Desde el 2013 es oficial de investigación y ciencia en el Servicio de Apoyo de la Asociación Europea de Innovación en Agricultura (EIP-AGRI), impulsado por la Comisión Europea. ¿Qué es este organismo y en qué consiste su labor?
-Después de la crisis del 2008, la Unión Europea impulsó una serie de ejes políticos para tratar de paliar los efectos del colapso financiero. Uno de ellos fue poner énfasis en la importancia de la innovación con carácter transversal, en todos los sectores y políticas. Creó las Asociaciones Europeas de Innovación (con el acrónimo EIP en inglés) con el objetivo de movilizar a agentes públicos y privados con ese propósito.
También fue el caso de la agricultura y la industria forestal. Con la EIP-AGRI la Comisión trata de promover y facilitar la cooperación entre los agentes del sector agrario y rural para mejorar los sistemas de innovación y conocimiento. La premisa de partida es que la colaboración entre actores de la investigación, de la producción, de la industria, del asesoramiento, administraciones públicas de los diferentes niveles, y consumidores, será la que dé lugar al surgimiento y, sobre todo, a la aplicación de prácticas y enfoques innovadores en la agricultura. No solo a nivel de producción, también a nivel de organización, de la cadena de valor, gobernanza...
Lo importante es el hecho de cooperar y de asumir que todos los colectivos involucrados tienen conocimientos de valor, no solo los investigadores, y que de la colaboración y el intercambio de esos conocimientos surgirán cosas nuevas de mayor valor. Como de costumbre, se inventan nuevas palabras por esto de parecer modernos, y ahora se habla de la co-creación. Lo que toda la vida fue cooperar.
Pues para llevar adelante esa iniciativa de la EIPAGRI, la Comisión creó la llamada Support Facility, una especie de servicio técnico de apoyo para realizar actividades de fomento e impulso de la misma a nivel europeo, y del que forma parte el Campus Terra a través del LaboraTe. De nuevo, desde ese servicio de apoyo se hacen acciones que impulsan el intercambio de conocimientos o el fomento de la colaboración de los diferentes colectivos en nuevos proyectos de innovación, como por ejemplo los llamados Grupos Operativos.
-La Política Agraria Común es, seguramente, uno de los ámbitos de actuación normativa más relevantes de la Unión Europa. Lo vimos de una forma muy gráfica a lo largo de los últimos meses. ¿Cómo debería ser este instrumento y cuáles deberían ser sus objetivos desde su punto de vista?
-Más que de actuación normativa, la PAC es un instrumento financiero. Es el principal capítulo de gasto de la Unión Europea, y ya lo ha sido mucho más. Simplificando un poco, realmente la PAC, más que normativas, son diversos tipos de ayudas, tanto dirigidas directamente a las personas agricultoras como a otros beneficiarios del campo rural. Cosa diferente es que, para percibir las ayudas de la PAC, las personas beneficiarias tengan que cumplir con una determinada normativa. Normativa que existe, mucha de ella, fuera de la PAC, y que también se tendría que cumplir aun no percibiendo las ayudas.
Poniendo otro símil, es cómo cuando solicitamos una ayuda para cambiar el coche y para cobrarla no podemos tener deudas por multas de tráfico. La multa la tendríamos que pagar de todas maneras, aun sin percibir ayudas para la adquisición del nuevo vehículo, pero parece razonable pensar que no podemos recibir la ayuda si no cumplimos con otras obligaciones digamos 'básicas'. Si queremos cobrar la ayuda, tenemos que pagar antes la multa, o las deudas con la Seguridad Social, que nada tendría que ver con el coche.
En mi opinión el problema con la PAC es de otra índole. Por una parte, los objetivos de la PAC fueron cambiando con el paso del tiempo, en parte para darle legitimidad social, en parte porque la realidad agraria, social y ambiental también cambió mucho, pero los instrumentos utilizados, el tipo de ayudas contempladas, tal vez no evolucionaron lo suficiente para alcanzar esos objetivos y acomodarse a la nueva situación. Por el contrario, se fue enredando el aspecto burocrático para tratar de justificar las ayudas, pero sin un cambio sustancial en el impacto alcanzado.
Todo cambió para que poco o nada cambiara en la práctica. Además, la PAC, que es una política Común, tiene que atender a realidades agrarias y rurales muy diversas en el conjunto de la Unión Europea. Cierto es que los Estados Miembros tienen margen de ajuste, pero muchas veces les falta creatividad. capacidad o mismo interés para hacerlo.
Esto nos lleva a un punto complicado: parece que la política no contenta a nadie. Los agricultores perciben que para cobrar lo mismo o menos, tienen que cumplir con más requisitos, y además a parte de ellos no les ven sentido. A las Administraciones nacionales y regionales se les va complicando la gestión de las ayudas, también en parte por las políticas de reducción de personal que se vienen implantando en los últimos lustros. El resto de la sociedad, aun con diferencias de unos lugares a otros, comienza a cuestionar las ayudas, que se llevan una buena parte de la bolsa de dinero europeo, sobre todo cuando van dirigidas a determinado tipo de agricultura, percibida como intensiva y con un impacto ambiental excesivo en la gestión de recursos clave como el suelo, el agua o la biodiversidad.
Salir de esa encrucijada es también un reto que hay por delante y especialmente importante: no hablamos de una política sectorial cualquiera, hablamos de la política del sector que nos da de comer y al tiempo gestiona una parte muy importante del territorio europeo y los recursos naturales básicos. No hay fórmulas mágicas ni inmediatas para problemas complejos. Intuyo que superar el actual enfoque, pasa por cuestionar abiertamente el statu quo, diferenciar adecuadamente los diferentes modelos productivos y su impacto ambiental y social (es decir, territorial), y centrarse en el impacto real de las diferentes medidas.
-También tiene una ganadería de ovino ecológico en las tierras de Pol desde el 2007. ¿Por qué decidió dar este paso en su momento? ¿Profesión o devoción?
-Desde joven siempre tuve ansias de tener alguna actividad agraria. Estudié ingeniería agrónoma en buena medida por esa atracción por la agricultura y, en particular, por la ganadería. Había intentado ya antes dar el salto al sector, de hecho, para dedicarme a tiempo completo al mismo. En su día no pudo ser, en parte porque mis padres no fueron agricultores y significaba comenzar de cero a todos los niveles, incluso acceder a la tierra.
Posteriormente surgió otra oportunidad, un poco inesperada, cuando ya estaba trabajando en el Campus, a través de las tierras de una compañera. En aquel momento, en el que estaba comenzando en una carrera profesional que también me atraía mucho en el Laboratorio do Territorio del Campus Terra, decidí comenzar con la actividad ganadera y tratar de compaginarla con mi trabajo en la universidad, que no quería dejar. El que comenzó siendo un experimento acabó por consolidarse y no sabría decir cuál de los dos aspectos, profesión o devoción, pesan más en la decisión de continuar a futuro con la ganadería. Ambos se refuerzan mutuamente.
-Y la última. Ingeniero agrónomo, ganadero, investigador, docente en su día… El suyo es un perfil de lo más heterodoxo. ¿Se queda con alguna de las actividades que hace o le cuesta?
-Me quedo con todas. Tengo la suerte de poder compaginarlas y unas enriquecen a las otras. Por poner el ejemplo de la PAC: en mi grupo, en el Campus, hemos colaborado recientemente en la elaboración del Plan Estratégico de la PAC para Galicia, junto con otros colegas de la USC. Al tiempo, en la ganadería 'lidiamos' con la PAC de forma directa como beneficiarios. En el servicio de apoyo de la EIPAGRI tenemos la oportunidad de seguir más de cerca el planteamiento de la PAC en Bruselas y el tipo de reflexiones que hacen la Comisión y los Estados Miembros al respeto de su futuro.
No pocas veces hay que tener un punto de 'esquizofrenia' para acomodar las tres perspectivas de la misma realidad vividas en primera persona. Pero al final solo tenemos el todo cuando unimos las partes. Habría otros ejemplos. ¡Todas esas actividades son una forma de reflexionar e interaccionar con las tierras y con el territorio, desde diferentes ángulos y mismo con diferentes partes del cuerpo! No sabría a cuál renunciar sin perder un elemento importante en la comprensión del mismo y en la capacidad de actuar para mejorar su futuro. Es innegable que compaginarlas requiere renunciar a otras facetas, incluso el tiempo para la familia, pero también pienso que ese futuro del que hablo viene siendo también, y sobre todo, el de mis/nuestros hijos.